Autores: Bruno Belloch y Yolanda Carrascosa.
Impredecible niebla, es el resultado de una maravillosa colaboración con el escritor Bruno Belloch. Acaba siendo un libro gracias a un crowdfunding en la que colaboran más de 40 personas.
En la primera parte del libro concebimos con imágenes 10 escenas en las cuales colaboraron espontáneos ayudantes que participaban en una performance creando ficciones y momentos extraños, cuentos, recuerdos. De corte raro, surrealista, fuimos construyendo una deriva de momentos que intentan llevar al espectador a un delirio más o menos coherente y a partir de las cuales Bruno concretó con palabras su mundo imaginario. En la segunda parte (Los ultracuerpos) las imágenes se crearon a partir de los textos, textos que son una mixtura de recuerdos personales, añoranzas de filmes de los años 50, visiones y declaraciones del escritor.
Y este fue el resultado.
Bruno Belloch introdujo este prefacio que a continuación transcribo.
Enemistados con simbolismos y utopías, con melodías cálidas y bondadosos fantasmas, con discursos, poderes y conocimientos, la niebla de nuestros días nos sitúa a medio camino entre la peluquería y el circo, entre el anuncio del detergente que más limpia y los presagios del fin del mundo. Niebla impredecible no postula nada; Dios lleva mucho tiempo muerto, y la transmigración de su alma parece haberle llevado muy lejos de aquí. Las miradas del mundo se dirigen ahora a la oscuridad y su desplegable de múltiples realidades de aspectos obsesivos, esquizoides. La ciencia ficción nos previno. Habrá nieblas e increíbles hombres menguantes. La ironía devora el sistema y su entorno, y el antiguo melodrama ha conseguido convertirse en otra muestra del mejor sarcasmo. Y está bien que así sea. Los personajes de este libro remedan su sed de absoluto con cola transgénica y ginebra. Con ellos, la ambivalencia continúa su viaje en ambulancia. Bebamos; pues, como dijo Wittgenstein, las proposiciones vacías de significado son indecibles. Ludwig era un místico, y nos hizo entender que no era posible ajustarse la peluca de cerdas y afeitarse cejas y orejas en tiempos de paz. Ah, la mediocridad. Por fin, toda y de todos (antes, había que merecerla): carencia que es remanso de paz y alegría. E insignificancia que no perdura. El tiempo es huida y utopía, pero también lutos imposibles más ruinas sin historia. Y si no, al tiempo. Que es Dios, mal disfrazado y más que muerto. El recuerdo del tiempo que no fue es la memoria tirana de estos personajes de clima adverso y camino de tierra, senda que ellos recorren hacia la peluquería y el cementerio. Una memoria que les adentra en una bola de cristal nevada, el anuncio de un final donde la oscuridad recita su doctrina. Ya no somos más que mulatos sin parroquia. ¡Mulatos, riamos!
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